sábado, octubre 21, 2006
La muestra en Página/12 "El hombre libre que peleaba por la vida"
Sábado, 21 de Octubre de 2006
musicahomenaje a miguel abuelo
El hombre libre que peleaba por la vida
Una muestra en el C.C. Borges aborda múltiples facetas del autor de Buen día, día. Se exponen fotos, poemas inéditos y tapas de discos, entre otros objetos. También el lugar es escenario de una campaña de prevención del sida.
Por Cristian Vitale
“En el espejo del mundo no me veo muy claro / Dios desafina la orquesta y yo intento sonar.”
(“Región Dura”, Miguel Abuelo)
Algo ha cambiado en todos estos años. Cuando a Miguel Abuelo se le paró el corazón –para ser precisos, el 26 de marzo de 1988–, ciertos medios salieron a matarlo más. Con letra amarilla como la piel de sus últimos días, alguien escribió que su VIH era porque se picaba y era homosexual. Flagrante muestra de sentido común negativo, absurdo. Política reaccionaria que había llevado a nombrar a la enfermedad como peste rosa o cáncer gay, antes de conocerse su verdadera esencia. Era eso o envidia. Porque Miguel, como afirma su entrañable amigo de la juventud Pipo Lernoud, murió como vivió, “peleando por la vida, apasionado, quemándose en su propio fuego”. Traducción: murió por vivir pleno, feliz, libre, haciendo el amor, saltando en colores. Y, se sabe, un hombre libre y feliz revela rencores oscuros en quienes no pueden serlo. Pero pasaron 18 años y Miguel ganó. La médula de la muestra “Miguel Abuelo en el Borges” –más allá de un rejunte de fotos, objetos personales, poemas inéditos, óleos, tapas de discos, pinturas, entrevistas y fetiches varios– es una campaña seria y consciente para preservarse del mal que el creador de Los Abuelos de la Nada intentó motorizar al enterarse de que era portador sano.
Organizada por la Fundación, que dirige su sobrino Pablo “Chocolate” Fogo –uno de los pocos que estuvo con él horas antes de morir–, la muestra fue inaugurada ayer y tendrá lugar todos los días de semana hasta el 12 noviembre, en la sala 31 del Centro Cultural Borges. Y, precisamente, el dato que señala la omnipresencia del hombre que creó “Diana Divaga” es la campaña “Los jóvenes y el VIH/SIDA”, que se dispara desde el stand de entrada. En concordancia con el Ministerio de Salud de la Nación –algo impensado en marzo de 1988–, el slogan es “Todo lo que querés saber sobre el sida y no te animás a preguntar”. Folletos, monólogos y charlas informativas mediante, se alienta a usar preservativos en todo tipo de relaciones (vaginales, anales, orales, entre personas de mismo o distinto sexo) para evitar contacto con semen, secreciones vaginales y menstruación. A exigir la esterilización de los punzones para tatuarse. A realizarse la prueba de VIH, sobre todo las mujeres que quedan embarazadas. En fin, todos los antídotos humanos posibles para evitar que el virus se difumine y acabe con células preciosas, como las de aquel poeta insolente y cósmico.
La campaña –que se extiende a todas las ITS (Infecciones de Transmisión Sexual)– es impulsada por la Fundación y la organización solidaria “Por las dudas” y tiene como caballito de batalla la oración a San Rofo. “Repitan conmigo: Yo te prometo usarte, ponerte y recomendarte, cuando seamos más de dos, de tres, o con quien elija cada quien”, se escucha decir a un recitador, con voz atorranta, durante la inauguración de la exposición. Mientras algunos lo siguen, otros trashuman por objetos varios que Fogo y compañía reunieron para la ocasión. Un bello relieve en resina poliéster que su autora Paula Fonzi bautizó Buen día, día; una foto de Miguel con el pelo corto y craneando poesías –de mañana– en su máquina de escribir; otra de la primera formación de Los Abuelos, con Miguel, Micky, Pappo, Pomo, Alberto Abuelo y el incunable Mayoneso, y una, sintomática, de su período hippie-libertario en Ibiza tocando tambores y firmada de puño y letra: “No permitamos que una gota de existencia nos desborde”. Otras, más “raras”, lo reviven en una bicicleteada a Luján con amigos de adolescencia y en las playas de Necochea cuando tenía 8 años.
Para los melómanos, también hay réplicas de tapas de revistas y reportajes a Miguel en las revistas Twist & Gritos, Canta Rock o la tapa del primer número de Pan Caliente (mayo de 1981). Un óleo sobre cartón prensado salido del alma de su querido Kubero Díaz, llamado Aquí voy yo, la obra instalada en la plazoleta que lleva su nombre (frente a la estación Carranza) a la que “le robaron los demás músicos”. Y la trascripción de los poemas del todavía inédito “Paladín”. Están “Ibiza”, “Toda Vía”, “Alucinación”, “Mundos”, “Chau” y el bellísimo “Fiesta Pagana” (Angeles de mis moradas / compañeros de elixir / conga, luna, bazucada / para amar y por reír). Algo de este espíritu festivo y ensoñado trata de manotear su hermana Norma Peralta, en el recital acústico de la primera jornada. Menuda, morocha, chaleco con flores, algo parecida a Miguel y sostenida por una minibanda, interpreta “Mariposas de Madera”, “Tema en flú sobre el planeta”, “Oye niño”, “Cosas mías”, “Himno de mi corazón” y logra encandilar ciertos corazones nostálgicos.
Pero una imagen, al fondo de la sala, impera sobre todo. Porque resignifica la sensación de que Miguel sabía con quién pelear y si era posible a las trompadas. Es del BaRock ’82. El bufón sostiene un silbato en la boca y con la mano izquierda se toca el pito humano. Aquella vez era la reacción espontánea contra un público intolerante y poco ducho en recuerdos –¿sabrían quienes lo insultaban que era él, el autor de “Mariposas de Madera”?–. Hoy podría pensarse el mismo gesto como la reacción natural contra los celadores de la moral. Esos que, dado el uso masivo de forros, no tienen otro camino que retornar a sus hastiadas cuevas. Miguel fue hacedor y musa. Ejemplo y guía. Alguien que profetizó: “Pobre eres si no llevas repletas las arcas de tu corazón”, está en mejores condiciones de escribir “la historia universal de la realidad” –loca idea de su juventud– que más de un docto cerebral. Y encima, después de haber vivido libre y feliz, como se debe. Imposible creerlo muerto.
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